jueves, 8 de julio de 2010

Lección de historia



¡Cada quien tiene su Waterloo! Dijo mi padre aquella mañana de domingo mientras conversaba con mi abuelo en su estudio. Los únicos convocados éramos, mi padre, mi abuelo y yo, entonces una niña de ocho años.

Por primera vez me sentí miembro de un club exclusivo, los dos hombres que más admiraba me hacían partícipe de sus charlas importantes. Aquella frase con la que abro el relato, sentí en ese momento, era la entrada perfecta para hacer una pregunta. Acometía sin saberlo mi primer acto de seducción.

¿Qué es Waterloo? Increpé con avidez y ojos desbordados a mis dos hombres. En seguida comenzó una amistosa batalla de sapiencia y de palabras que me posicionó en el centro pero, que poco a poco, me hizo desvanecer de nuevo. No sin provecho, debo decir.
Pronunciaban palabras como niños que degluten dulces y se embarran la ropa con gozo: Bonaparte, tropas británicas, Wellington, son palabras que iban y venían con énfasis particular. Mi abuelo pronunció con deleite y en su buen alemán Leberecht von Blücher, y mi padre aludió a Bélgica, ambos coincidieron en un año 1815.

Luego apareció la isla de Elba y quise materializarme de nuevo así que volví a preguntar ¿Y qué pasó después de Elba? En ese momento mi padre me dio mi primer curso sobre medios de comunicación. Quién me iba a decir que la historia de ese minúsculo gran general condicionaría mi pasión por los medios y, me aportaría, una valiosa lección de amor.

La historia que mi padre contó a continuación y un romance personal guardan una relación tal que, han quedado en mi memoria entretejidas como si fueran dos hilos que dibujan una trama, por ello las compartiré así contigo, a ambas les corresponde un titular célebre y una frase de amor que paulatinamente se enfrían:

EL MONSTRUO escapó de su lugar de destierro.
Mi padre contó que tras el destierro y pausado regreso de Napoleón a París, los titulares del periódico francés Le Moniteur dejaron ver que el coraje o valor, depende de la distancia. Así, el titular que asiento como primero, obedece al primer encabezado de dicho diario cundo Napoleón zarpaba de vuelta a casa.

Abel era mi compañero en la universidad, tres o cuatro cursos arriba, lo que lo supone algunos años mayor. Una mañana melancólica lo vi sentado en la biblioteca y, sin saber por qué, me senté a su lado y le propuse que fuera mi amigo. Ese fue el inicio de una relación profunda. Se volvió mi confesor en amores, proyectos, en fin, el gran amigo. Sentí siempre que una gran atracción estaba presente a pesar nuestro y , que en lugar de enturbiar la relación, la hacía más entrañable. Abel se graduó y se fue a hacer un postgrado fuera del país. A partir de entonces nuestra relación se hizo más intensa, no sé, habrá que culpar a la nostalgia pero también a la distancia.

La emoción se apoderaba de mí cada mañana al buscar en mi correo su comunicado del día, sus opiniones sobre la novela en turno, la descripción del paisaje y hasta su repudio por la humanidad. Escondidas entre citas textuales se orquestaban también una declaración de amor con dos remitentes, no sé quién comenzó, ni sé quién se aprovechó más de la ambigüedad de las palabras pero lo cierto es que El MONSTRUO, esa pasión contenida que vivía en destierro, se había escapado.

EL OGRO CORZO ha desembarcado en Cabo Juan.
Cierto es que no hubo un te quiero descarado o un impúdico te deseo, nuestras mañanas o noches epistolares se dedicaban a desnudar un paisaje, a declarar la importancia que cada uno y desde nuestra frontera, significábamos para el otro.

El único pacto que existía entre nosotros lo estableció Abel el día mismo en que nos conocimos, no sé si fue premeditado, un ardid o un error táctico, dijo:

--Hacer el amor cambia las relaciones y enturbia la amistad. Tomé aquello como una petición de principio y la asumí obediente. Creo que no siempre estuve de acuerdo pero entre mayor era mi cariño, también lo era el miedo a perder al amigo con el que mejor me entiendo.

EL TIGRE se ha mostrado en Gap. Tropas avanzan para detener su marcha ¡Concluirá su miserable aventura como un delincuente en las montañas!

Diez fuero los días clave. Como diez los titulares que acusan el miedo o respeto de la población francesa a medida que Napoleón muta de monstruo a emperador.

Fueron diez los días previos al regreso de Abel a México, diez, los que dieron vida a estas letras. A mi corazón le era cada día más difícil disimular y el idiota me despertaba por las madrugadas batiendo en sonata taquicardia o me delataba con la familia que se molestaba con mi obsesión de ir a checar mi correo incluso en medio de la comida de domingo.

EL MONSTRUO ha avanzado hasta Grenoble

No compartiré aquí nuestras frases amorosas, esas son nuestras y de nadie más, requieren para ser leídas con pericia, un contexto, un sentimiento y la complicidad de la distancia, pero sobretodo, de una novela en particular. Lo que sí puedo decir al respecto es que, a partir del octavo día previo a su regreso, los mensajes comenzaron a tomar distancia de los temas amorosos. Terminamos la novela y su comentario, la ambigüedad se fue disipando y mi mente triste no pudo, ni a palos, cifrar besos ocultos.

EL TIRANO está ahora en Lyon. Todos están aterrorizados por su aparición.

Sé que no puedo culpar a nadie y que, quizás, el gran amor se esconde en una mejor amistad, en preservar lo que nos une sin atentar con una pasión arrebatada. Conservar el diálogo perfecto que nos acompaña desde hace tiempo y que se presenta como la guarida perfecta a relaciones insatisfactorias, a un país que desanima, a un pasado irreparable y a un futuro sobre el que escribimos, pero sobretodo, a un presente perfecto que parimos juntos cuando nos miramos a los ojos.

EL USURPADOR ha osado aproximarse hasta 60 horas de marcha de la capital.
El problema es, quizás, el sinsabor de pensar que se ha interpretado de más o que se ha presionado a lo indebido. Uno puede vivir con el ridículo, el amor lo es de por sí, eso lo reviste sublime. Pero atentar contra la amistad, ese debe ser el peor de los pecados.

BONAPARTE avanza a marchas forzadas, pero es imposible que llegue a París.
Este cuento se fue cocinando entre desvelos. Para mí todo acto de amor es un acto creativo, bueno o malo, eso no lo sé pero siempre es un consuelo.

NAPOLEON llegará mañana a las murallas de París.

Me apadrinaron dos hombres: mi abuelo y mi padre, desde entonces amo la historia, las historias.

Los medios de comunicación vinieron después. Me interesó la publicidad ¡Esa seductora! Desde niña cantaba de memoria cientos de gingles y coleccionaba anuncios de revista para tapizar mi cuarto. Eran micro historias de seducción. Me entré luego, cundo estudié literatura que las palabras seducción y destrucción, comparten en griego un solo vocablo. Difícil negra el encanto y repudio que hoy me causan los anuncios comerciales.

EL EMPERADOR NAPOLEON se halla en Fontainebleau.
¿Seducción o destrucción? Slogan que propongo a cambio de la gastada sentencia Shakespeareana.

Abel escribió hoy. Su misiva se centra en el repudio a México, este país nuestro que se inunda en trámites, corruptelas y sangre. Lo sé y me duele, por eso dejé de escribir sobre Él, sobre mi país.

Supongo que Abel viajará a México, subirá al avión y comenzará su choque con el rostro mexicano. Paisanos escandalosos con más equipaje del permitido, con menos dinero del que llevaron; autoridades abusivas; trámites desmedidos y esperas agónicas. Se sentirá avergonzado, dolido y sin esperanza

Ayer en la tarde SU MAJESTAD EL EMPERADOR DE FRANCIA hizo pública su entrada a las Tullerías. ¡NADA puede exceder el regocijo universal!

Este cuento es, quizás, mi última pregunta.
Abel es mi amigo, quiero a Abel, mañana regresa…

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